sábado, 12 de diciembre de 2009

Musica: Negocio o cultura.

Por aquí gente en la calle, por allá archivos recorriendo una carretera que no parece física. En el transcurso de este instante en el cual yo digo esa palabra, instante, ya son muchos los archivos en referencia a lo cultural que han sido compartidos. Hay que preguntarse cuáles son las esencias de la cultura para ver en esto un delito o la exaltación de la misma.
La cultura en su concepción más académica es el conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico, con ello queda clara su esencia difusora. Quien niega esta percepción enmascara unas crudas intenciones o bien el ensalzamiento de una elite culta frente a una masa descabezada o bien la usura sobre los bienes culturales, que bien es cierto son originados por creadores pero que no solo benefician a éstos.
Es ahí en su conversión en bienes industriales donde la esencia de la misma desaparece. Siendo justo hay que reconocer que dentro de este sistema de producción que todo convierte en bienes de consumo no parece haber alternativa cercana, y reitero dentro del mismo sistema, de modificar esos procedimientos de creación. Pero sí puede cambiarse las relaciones de producción entre el creador y la obscena maquinaria que lleva esa creación a producto de mercado. Son recientes las estadísticas que dan razones para pensar que esto cambia, es el creador quien recibe un mayor beneficio en el caso de la música cuando se multiplican los conciertos como también se multiplican los beneficios del teatro ya que las representaciones gozan de una salud que hasta ahora se desconocía.
Esto puede abrir una nueva etapa en las relaciones de producción de los bienes culturales, pasando a ser los tan beneficiados magnates de la industria en este caso simples empleados del verdadero creador cultural. Aunque éste nunca debe olvidar la esencia de su creación.
Con ello deben darse por respondidos los títeres que esta misma semana mostraban su repulsa a la situación de sus bienes de consumo de tipo cultural. No se puede penar el compartir de manera libre y sin beneficio económico la cultura ya que es esta difusión la que realmente ofrece al producto ese marcado carácter cultural. Hay que estar de acuerdo en penalizar la comercialización ilegal paralela de los bienes culturales pero no la posibilidad de que ese bien cultural encuentre la esencia de perdurar y difundirse. No hay derecho a que alguien se apropie de la cultura más aún cuando sólo se ha sido mediador en su mercantilización pero tampoco cuando se concibe como producto propio que solo puede producir un beneficio al creador negando su beneficio social.