lunes, 23 de noviembre de 2009

25 Km.

Dicen que en las distancias cortas se nos muestran mejor las cosas, todo se puede ver, tocar, saborear…y aunque no parezca lógico relacionar el título con estas palabras fueron esos 25 Km. los que de nuevo me mostraron uno de los sabores de la impotencia.
En el transcurso de esos 25 km de carretera fueron tres las veces que nos encontramos con las robóticas, por llamarles algo que no me cree problemas, fuerzas represivas del estado español. Aunque no lo parezca es una carretera convencional, no una vía rápida para el tráfico de drogas, tampoco una senda de pillos y bandoleros a lo Curro Jiménez y mucho menos un camino de distribución de los tan temibles móviles de tarjeta prepago sin documentar. Creo estar en lo cierto si digo que la gran mayoría de trayectos producidos por esa vía en un día de diario tienen por finalidad el ir a trabajar, hoy en día todo un privilegio o así nos hacen creer.
Mi pregunta es ¿A qué se debe tanto interés por las carreteras del Estado de estos personajes? El estado de la carretera, que por cierto está en obras, puedo decir que no es su preocupación, ya que a la vuelta hacia casa, y ya de noche, nos topamos con la “boca de lobo” creada por el Ministerio de Fomento en la que no se distinguen bien varias curvas enlazadas que deben envidiar en luminosidad al más pobre de los alumbrados de esta próxima y precaria navidad.
Está claro que la única intención de éstos era buscar la caricia, o bien del Estado o de las compañías aseguradoras. Pedir papeles, y así encontrar a alguien que no lleva su seguro en regla, consiguiendo la sonrisa de las aseguradoras y el sonido de la caja de la Hacienda pública, en mal estado tras varios años de hacer bien, o tal vez la imposición de una multa a un despiadado infractor que tendrá la posibilidad de recurrir y así perder más tiempo y dinero. Aunque quede bien claro que la infracción realmente no ha tenido por qué tener lugar.
Esos 25 km que se repiten en varios lugares de este país cada día nos muestran que somos ovejas metidas en redil, en el cual no solo nos esquilan cada mes la lana que producimos sino que asiduamente y tras habernos ordeñado con el tan necesario consumo, del que son muy beneficiarios y tras la nueva ley de presupuestos un 2% más, nos ponen bocabajo haber si echamos alguna monedita más.
Es impotencia sentir que nada se puede hacer, pero de todo esto algo hay que aprender, necesitamos ser lobos y saber enfrentarnos a nuestra boba presa.

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